Ella en secreto lo sabía... lo sospechó desde el primer día.
Que sería su respiro, una pausa o como diría el viejo Benedetti, su Tregua.
Bastaba mirarlos con la curiosidad en los ojos,
la vivacidad en las manos, la premura en los pasos.
Impaciencia, Desvelo y el Puerto.
Silencio.
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